dijous, 21 de juliol del 2016

DIARIO DE BARCELONA FA SEIXANTA ANYS


17 d'agost de 1956

I això deia a la segona pàgina a la secció " Apuntes de un mirón"

LA CIUDAD EN VACACIONES

Todos los años, llegada esta segunda quincena de agosto, parece como si la múltiple actividad barcelonesa decayera un poco, como si las consecuencias del calor la afectaran profundamento. Y realmente esto es lo,que ocurre. Llegada la Virgen de agosto, parece como si todo el mundo se hubiera puesto a un tiempo de acuerdo para disfrutar sus vacaciones  laborales. Y así no es extraño contemplar cómo muchos establecimientos, oficinas y algunos comercios ostentan ya el simpático cartel anunciador de haberse cerrado a causa de vacacionar su personal.

Con ello el pulso de la ciudad entra en una fase más callada, de menor intensidad, bien que ello apenas se traduzca en lo exterior , en lo visible; la calma en los negocios, en las actividades industriales, en las transacciones comerciales, apenas si tiene directa correlación en el ritmo de la vida pública. Y ello a pesar del éxodo intenso, continuado y muchas veces difícil -- a causa de los trenes -- de los barceloneses, hacia las playas o el campo.

La causa de que aquello ocurra radica en la creciente invasión de nuestra ciudad por el turismo, tanto nacional como extranjero. Durante estos días varía el aspecto de los peatones que circulan por las calles barcelonesas; circula por ellas gente vestidas con llamativos colores, con grandes sombreros y capazos de paja con profusion de chiquillos, rostros quemados del sol, miradas curiosas, gestos fastigados; el turismo pasea las principales calles de nuestra ciudad, poblándolas de aquel bullicio y de aquella animación , que las vacaciones de la segunda quincena de agosto podrían haberles quitado. Y gracias a ellos nuestro comercio, el pequeńo comercio, registra una actividad que le viene como anillo al dedo, precisamente por acaecer en fechas de contracción de ventas. Al punto de que , en lo tocante al ramo del vestir y algún otro, bien puede decirse que el turismo lo sostiene.

He aquí por qué, a pesar de sumirse nuestra ciudad en el esperado período de vacaciones, a pesar de los numerosos cartelitos anunciadores de la huida de los barceloneses en busca de las delicias del mar, o de la tranquilidad y temperatura suave de las montañas, sigue ofreciendo la ciudad su perenne característica de agitación, prisas, abigarramiento y plenitud...